Archivo diario: marzo 21, 2007

4.4: Y entró en si mismo

dialogo

La luz del sol se había apagado y el viento le acarició el rostro. Joel despertó como a eso de las nueve de la mañana del siguiente día. Antes de ir con doña Ángela como había acordado, bajó de su auto (pues ahí durmió) para ir a su departamento que había quedado hecho un desastre. Se lamentó un poco por lo sucedido: más, porque no contaba con un seguro que cubriera los daños. En fin – decía para sí – era dinero mal habido.

Entonces salió, subió al auto y fue a casa de doña Ángela.

– Buenos días… – escuchó Joel cuando la puerta se abrió. Ante él estaba un señor como de unos cincuenta y tantos años que al parecer era el esposo de doña Ángela.
– Buenos días Joven, ¿En que le puedo servir? – volvió a hablar el señor creyendo que Joel no había escuchado.
– Vine a buscar a doña Ángela –contestó apresurado- soy el muchacho que trajo ayer a Jesús.
– ¡Ah si, ya me había hablado mi esposa de ti! En verdad que me da alegría que hayas venido, tenemos mucho que platicar: pasa, adelante.
– Gracias – dijo Joel sorprendido por la hospitalidad que este señor mostraba para con él.

– Ahora viene mi esposa… –dijo mientras con la mano señalaba hacia un sillón, invitando de esta forma a Joel para que se sentara. Antes de que lo hiciera añadió – ¡ah! Disculpa mi mala educación, no me he presentado, mi nombre es Javier – dijo el señor con una grata sonrisa que a Joel le pareció muy especial, pues sentía cierto alivio al ver la alegría tan peculiar que este hombre mostraba.
– Sabes – prosiguió don Javier mientras tomaba unas tazas para servir café – Ayer Ángela me platicó un poco de cómo conociste a Jesús, y ¡mira si Dios no lo planea todo! Jesús rara vez se enoja, y resulta que desde hace una semana se fue de casa tan solo para regresar una vez que te encontró a ti… ¿no es de sorprender? – preguntó mientras le sonreía a Joel.
– Supongo… – dijo este. Joel no podía responder con el mismo entusiasmo porque simplemente no lo sentía, había algo que todavía no lo dejaba creer en aquel Dios del que don Javier hablaba.

– ¿Porqué dices que supones? – preguntó muy calmado bebiendo un sorbo de café.
– No lo se, disculpe, es que no se que pensar… – Joel sentía que estaba siendo grosero con Don Javier que con mucho entusiasmo le hablaba de aquel Dios, pero no podía ser hipócrita: él no estaba tan seguro de  ese Dios aunque deseaba poder creer en él.
– Buenos días – Dijo con una voz suave una joven morena clara, un poco llenita y de ojos café claros.
– ¡Buenos días! – respondieron don Javier y Joel.
– Te presento a mi hija Carmen – ella aparentaba tener unos 18 años pero en realidad estaba a punto de cumplir los 17.
– Mucho gusto, Carmen, soy Joel. – dijo poniéndose de pie.
– ¡Ah! ¿Tú eres el que trajo a Jesús a casa…? – preguntó sonriendo.
– Si, yo soy – contestó Joel sonriendo y con un aire de héroe que hizo que sacara un poco el pecho.
– Que bien, sigan platicando no los interrumpo más – mencionó Carmen y se retiró a la cocina.

Don Javier prosiguió:

– Se que a veces es difícil creer que hay un Dios que vela por nosotros y que en todo momento está atento a lo que nos pasa. Y no solo eso, sino que éste Dios también trata con todo su ser acercarnos a su corazón que se desborda de amor por nosotros.
– Joel pensaba que la manera de expresarse de aquel hombre era un tanto cursi, pero la plática era interesante, no perdía nada con permitir que le hablaran de Dios.

– Mire don Javier, no quiero ser grosero, pero así como dice usted, me cuesta trabajo creer en un Dios que vela por mi y que me ama. Le contaré que ha sido de mi vida brevemente, a ver si después de esto puede aclararme dónde ha estado Dios en todo este tiempo.
– Bien, adelante, prosigue – Don Javier estaba acostumbrado a tratar con personas difíciles. Era un hombre tan enamorado de Dios que no temía discutir con la gente acerca de la providencia divina, pues sabía que al final Dios resultaría vencedor.

– Para empezar le diré que Dios se equivocó conmigo desde el principio, pues me envió a una familia disfuncional: siempre había pleitos en casa, no podía vivir tranquilo… es más: todavía me pongo muy nervioso cuando escucho gritos y me lleno de coraje cuando veo a una madre reprender a su hijo con dureza.
Por si esto fuera poco, mi padre nos dejó cuando yo tenía once años. A mí me faltó el amor de padre y el amor de madre. Mi padre era la única persona que me comprendía, que parecía amarme y sin embargo me dejó al lado de mi madre con quien nunca me he podido llevar bien. ¡Gracias a Dios ahora estoy lejos de ella! – tomando un poco de tiempo para calmar el repentino enfado que se había despertado, prosiguió – Desde que papá se fue, la relación con mi madre ha empeorado cada vez más: me exigía hacer cosas que le correspondían a ella. Siempre me trató con dureza. Muchas veces me golpeó sin clemencia y descargó sobre mi, toda su frustración. Nunca recibí de ella un consejo y mi único consuelo en casa era un retrato de mi papá, que siempre estaba ahí para escuchar mis lamentos y el llanto que producía sentirme sin amor. ¿Dónde estaba Dios en esos momentos? ¿Por qué ni siquiera le dio la idea a mi papá de llamarme en los momentos más difíciles que pasaba?

– A veces Dios hace silencios y calla para posteriormente salir y dar la cara… – afirmó don Javier con firmeza pero sin intenciones de discutir. Lo que le interesaba realmente era que Joel sacara todo lo que traía dentro: eso era bueno.
– ¿Pero porqué no sale en el momento que uno lo necesita? – preguntó Joel con frustración y un tanto enojado.
– Dios no sale ni antes ni después al encuentro, sino en el momento en que Él considera que conviene. Tiene un plan de vida que nadie comprende. Sus caminos sobre pasan a los nuestros, por eso, a veces nos sentimos tan frustrados con El, pues no es alguien a quien podamos manipular. Es Dios, quien sabiamente sabe guardar silencio para sacar algo mejor de ti.

– No me ha convencido, pero déjeme seguirle contando:
Yo he sufrido tres tragedias: la primera sucedió cuando estaba en primer año de bachillerato. Una amiga mía muy querida fue asesinada brutalmente y traicionada por uno de mis amigos que fue cómplice del homicidio. ¿Dónde estaba Dios ahí?
La segunda tragedia sucedió cuando me vine a vivir a esta ciudad: un primo fue también asesinado por una secta satánica a la que perteneció. Él quería reconciliarse con Dios antes de morir, pero ¿qué sucedió? Una vez que salió del templo lo mataron ¿Dónde estaba el amor y misericordia de Dios ahí? Además, ¿por qué permitió que Manuel entrara a la secta?
Por último, ayer, en parte por culpa mía, una niña fue asesinada, no sin antes haber sido abusada en distintas ocasiones. ¿Dónde estaba Dios cuando esa niña y su hermanita necesitaban de ayuda?
Como ve, Dios no existe, pues si existiera no dejaría que estas cosas sucedieran… – y concluyendo echó el cuerpo atrás sobre el sillón, pues mientras se desahogaba se había quedado en el filo de su asiento.

– Joel, Dios nos ama a todos y por ese mismo amor que nos dio el regalo de la libertad. Dios nunca quiso que te pasaran todas estas cosas: muchas cosas pasan en la vida que Dios no las desea, pero suceden porque el hombre, haciendo mal uso de la libertad que Dios le ha dado, provoca estas cosas.
Si Dios interviniera para hacer su voluntad a la fuerza, entonces sería falso su amor por nosotros, pues nadie que ame a alguien puede quitarle la libertad de elegir. El amor es una entrega voluntaria… Además, Dios es un perfecto caballero, y si alguien lo saca de su vida, Dios respeta esa decisión. Las cosas malas pasan porque el hombre ha sacado a Dios de su vida.

– Trate de explicarse mejor porque no le entiendo… – arremetió Joel pero mientras tanto recordaba de nuevo lo sucedido en el panteón con aquella voz que hablaba a su interior.
– Mira Joel, te lo explicaré de esta otra forma:
Jesús, el hijo de Dios es el hombre más justo que ha existido sobre la tierra. Ningún otro hombre hizo tanto bien a la humanidad como Jesús y por si esto fuera poco, estamos hablando de que El era Dios, al mismo tiempo que era hombre. A nadie ama tanto Dios Padre que a Jesús, su único hijo y sin embargo permitió que fuera crucificado y humillado en la cruz.
Preguntarías tú: ¿Dónde estaba el amor de Dios cuando Jesús fue apresado, humillado, enjuiciado injustamente; azotado, avergonzado y crucificado? ¿No podía acaso Jesús o Dios Padre acabar con todo esto? ¡Si! Claro que podían hacerlo, pero eligieron lo que tú ya sabes por amor a nosotros, pues no hay prueba más grande de amor que dar la vida por los amigos.
Moraleja: muchas cosas “malas” tienen que pasar para poder que otras cosas mejores pasen.
Dime, si fueras Dios Padre, ¿te agradaría la idea de que crucificaran a tu hijo a quien más amas?
– No, claro que no… – respondió Joel.

– Pues bien, si a ti, que amas de manera imperfecta, no te agrada la idea, a Dios tampoco le agradó, y sin embargo tuvo que renunciar a sí mismo y dejar que todo esto ocurriera por amor a nosotros.
– ¿Quiere decirme que todo lo que me ha pasado es para bien mío? – dijo Joel aún no muy convencido.
– Así es Joel, aunque te cueste trabajo entenderlo. La mayoría de las veces no entenderemos el porqué Dios deja que nos sucedan cosas “malas”. Si entendiéramos a Dios, en ese momento dejaría de ser Dios, pues es imposible que lo inmenso, aquel que es toda sabiduría quepa en un cerebro tan pequeño como el de nosotros.

Esto último para Joel pareció tener algo de sentido. Aunque claro, también lo anterior sonaba lógico ¿no? Ciertamente a veces uno tiene que sacrificar cosas para hacer que otras cosas sucedan. – Tal vez – pensó para sí – Dios permitió que mi padre se fuera de casa porque si no lo hubiera hecho podría haber sucedido una tragedia más.

Pero aún así era inútil tratar de entenderlo todo: había muchas dudas en Joel, pero a la vez sentía que algo de cierto tenían las palabras de don Javier: si entendiéramos a Dios completamente, entonces significaría que Dios es igual que yo… y si es igual que yo, entonces no es tan grande, pues yo soy pequeño. – Vaya, si, tiene sentido – dijo Joel en su mente.

Para esto, doña Ángela y Carmen escuchaban todo desde la cocina y aprovechando la pausa le ofrecieron desayuno a Joel, quien aceptó con entera confianza.

Mientras Joel desayunaba, pensaba en las palabras de don Javier que sin darse cuenta le habían dejado una sensación de necesidad de encontrar la verdad: no tenía nada que perder, pues ya había elegido el camino del mal para ser feliz y no lo había logrado al final nada bueno.